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    Nuestra gloria será recordada

    junio 21, 2023 3 lectura mínima

    Nuestra gloria será recordada

    Era muy tarde y el ruido de las espuelas, al chocar contra el suelo, no perturbó el sueño de los habitantes. Nadie estaba alerta esa noche, ni siquiera los guardas, cosa bastante inusual. Se escucha una conversación en la calle, y aunque el jefe de la tribu (sin liberarse por completo del sueño) logra captar la voz de sus dos hermanos, hay otra que no puede identificar bien. Habla en su idioma, aunque le suena distinto… a tierras lejanas. Sin dificultad retoma su descanso, volviendo a quedar profundamente dormido.

     

    Una súbita electricidad recorre el cuerpo del jefe, sacándolo de su cama. Si alguien, además de su esposa, lo hubiera visto, diría que fue por instinto que salió de su vivienda. ⸺¡Hermanos! ⸺. Y su grito es de sufrimiento. El alarido suena junto con el trote de los caballos a lo lejos. El dolor, para esta gente, se convierte en determinación para levantarse a luchar. El jefe debe dar ejemplo a los suyos: guiar una expedición al país extranjero y reclamar venganza, único método efectivo de justicia, porque ¿qué más se puede hacer cuando nos quitan algo que amamos? 

     

    Tres días después marcharon con esta idea en sus almas. La comitiva era, sin ser muy numerosa, excepcional. Sus deseos de que su gloria fuera cantada y recordada por la eternidad (los altos mandos se aseguraban de que sus soldados creyeran fervientemente en esto), aumentaba la osadía de los guerreros, inculcándoles además que un crimen perpetrado contra sus jefes era un crimen perpetrado contra ellos, el pueblo.    

     

    Surcaron ríos, colinas empinadas, algunas extensiones de desierto, siempre con el venerable sol en sus rostros, o con el gélido aliento del norte. Están cansados. Pero una voz se alza: ⸺¡Hijos míos, espero que la fatiga en sus cuerpos sea enorme, para que así la batalla se pueda asemejar al reposo! ⸺ Más o menos era ese el discurso del jefe. 

     

    La ciudad de sus enemigos estaba a pocos kilómetros. Los guerreros recuerdan una vez más su plan de asedio y, pocas horas después, se lanzan contra los bárbaros.  Recuerdan, además, cómo su guía, tres días antes, sostenía en brazos los cuerpos inertes de su hermana menor y de su hermano mayor. No habían visto tal suceso, pues estaban dormidos; aunque si les preguntaras, te van a asegurar que sí, y te lo contarán con lujo de detalle. Con furia destrozaron todas sus cosechas, saquearon las pertenencias más apetecibles, quemaron casi la totalidad de sus libros: hoy en día, los nombres de esas mujeres y hombres sabios estarían bautizando nuestras calles, bares, universidades y museos. Mucho se perdió en materia de exacta ciencia y sagrada religión. Eliminaron a los mayores, violaron a sus mujeres y niñas, y los varones jóvenes fueron esclavizados, porque ¿qué más se podría hacer?

     

    Después de una justa represalia, fueron a los campos más cercanos, y allí, ante el frescor de los bosques que no eran suyos, ante el son de la música y bajo el efecto de las bebidas fermentadas, finalmente descansaron. El fuego seguía ardiendo al día siguiente. Los pocos sobrevivientes del asedio, al ver su ciudad destruida y a sus hijos desaparecidos, no tardaron en preparar su venganza. Esta, ejecutada pocos meses después, traería terribles consecuencias, no solo para ambos bandos, sino también para pueblos vecinos. 

     

    La poeta (así se dirigían a ella, aunque realmente fuera una cronista) que acompañó a la comitiva, debía escribir los sucesos de los días anteriores; de cómo aquellos bárbaros habían perpetrado sus tierras y masacrado cruelmente a sus familias, de cómo los suyos habían surcado valientemente las montañas, y de cómo se habían hecho con la victoria. Pero la mano de la mujer vacila. El jefe agarra fuerte de su brazo: ⸺No dudes. Tampoco me decepciones. Tienes a la vista una obra de arte (extiende sus manos, contemplando de manera solemne el paisaje calcinado), así que narra correctamente este evento. Cerciórate de mostrar la grandeza de nuestro pueblo, de recalcar la diferencia entre un pueblo civilizado y uno primitivo (y ahora señala con el índice aquel paisaje) ⸺. La cronista suspira, sabiendo que de ella dependerá la verdad futura: empuña su instrumento de escritura. Antes de terminar, escribe una frase que será tomada como máxima por nuestras generaciones, plasmada en varias entradas de escuelas militares: “Ante el galopar nocturno, ante una voz extraña en medio de la oscuridad,  no permitas que el sueño se siga apoderando de ti.” 

     

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