Amoratado | David Martínez Álvarez

Llamé durante mucho tiempo «amor» a lugares que no lo eran, engañándome con la complacencia y el falso sentido de pertenencia, convencido de que el callo que había creado sería amarre suficiente para poder mantener el dolor a raya sin saber que, paradójicamente, en lo que tiene que ver con la emoción, lo mismo que te sujeta, te ata. Es curioso que sea en estos poemas donde el corazón, por primera vez, ha tomado la palabra y no la mide. No se amordaza. Donde ya no actúa de oficio y está descubriéndose a golpe de página.